Lima y mi cédula peruana falsa. Pag 8

Cuando me baje del bus, me entere que Michael Jackson había muerto hace un par de días. De verdad que me dolió. Había sido un idolo de mi niñez y ni su gusto pedofilico me había espantado de su música. Al contrario, de vez en cuando lo oía y siempre sonaba fresco. Lo peor, fue que por primera vez me sentí mortal. Sentí que si él podía morir, ni hablar de un pobre colombiano en medio del Perú. Empece a ver caras extrañas, sicariescas.

Mi amigo Carlinchi llevaba un buen rato esperando. Los años no le habían pasado. Seguía tal y como lo recordaba: alegre y preocupado. Un buen tipo, que tiene que planear cada detalle, cualquier cosa que se salga del libreto lo descontrola.
“ Carlinchi, te enteraste de lo de Michael Jackson” -

Él lanzo un sí afligido y puso Beat it en el radio de su carro.

Lima es una ciudad congestionada. Con grandes edificios y caos generalizado. Mientras Carlinchi atendía unas cosas en su empresa, importa partes de computadores al Perú, o por lo menos eso fue lo que le entendí, yo estuve deambulando por ahí. Me perdí un par de veces, pero siempre llegue a mi destino. En la noche salimos con una amiga de él, voluptuosa y amable. Fuimos a un bar en la zona de Miraflores. Me emborrache con Pisco Sour, en un barsito donde tocaba algún grupo conocido. Carlos no me dejo pagar nada. Al rato íbamos los tres atravesando en su carro una avenida que daba al mar, con música de Michael Jackson reventando las ventanas de su sedan cantábamos afligidos y nos llenábamos de alcohol. Más de un brindis fue en su honor. Ellos se metieron al edificio no se por cuanto tiempo. Pero Thriller se repitió una y otra vez. Yo estaba en estado de trance, atendiendo el réquiem de mi idolo de antaño, absolutamente ebrio. Pensé que el viaje al Machu Pichu, que emprenderíamos con Carlinchi al otro día, lo iba a pasar en el baño del bus devolviendo los Pisco Sour durante horas interminables. Me quede dormido.

Al día siguiente vivi la escena de periodismo amarillista mas real de mi vida. A Carlinchi se le había ocurrido la genial idea de sacarme una cédula peruana falsa. “Vas a ver todo lo que te vas ahorrar en Machu Pichu, no vez que a nosotros nos sale casi gratis”. Al parecer los no peruanos pagan mas de 5 veces el valor del viaje para llegar al santuario inca. Le hice caso. A horas de salir, estábamos en medio de un barrio sucio y peligroso del centro de Lima. Un gordo con cara de pocos amigos, nos pidió 30 soles por adelantado. Se los di. Nos pidió que volviéramos en dos horas y nos entregaría el documento. Al volver estaba con otro personaje de cara peor. Una cicatriz le cruzaba la cara. El tipo le dijo a Carlinchi que lo siguiera a una bodega, que ahí no le podía dar nada porque había cámaras de la policía. Yo le dije que lo olvidara. Pero Carlinchi empeñado, acepto. Me quede entre el carro oyendo cumbia peruana. Pasaron quince minutos, cuando Carlos salió presuroso. Se subió de un portazo al carro. Los dos hombres, junto a otro con más cara de mandril nos rodearon. Carlos activó los seguros y subió su ventana. Los tipos le gritaban que se bajara que ya le tenían listo el documento. Él les grito que se lo robaran y arrancó. Los tipos trataron de detener el carro, pero no lo lograron. Finalmente, me contó que el documento estaba listo. Que había sido ciudadano peruano por un par de minutos. Pero que adentro lo iban a robar. Le habían pedido dólares. Él aprovecho un momento de distracción de los malandros para salir de la bodega. No se había perdido nada, 30 soles y la foto de mi pasado judicial. Le dije que me los debía. Él me dijo “Ahora si no vuelvo, cero y van tres que me roban esos huevones”. Me reí y nos fuimos para el terminal.

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